“A tontas y a locas”

  • Ernesto Reyes

 

 

En la definición del clásico, “la política es tentación: atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”. Considerada una ciencia, un arte para dirimir conflictos, el hacer política en México está resultando un ejercicio cada vez más socorrido, como resultado de la apertura democrática garantizada por el gobierno de la Cuarta Transformación.

Aunque se empeñen en negarlo los de mente conservadora, es también resultado de los cambios que se producen en diversos ámbitos. Entre ellos el de la participación cívica, como resultado de haber transitado apenas hace dos años, de un régimen autoritario a uno donde se respeta a la disidencia.

Igual sucede con la libertad de prensa. La única diferencia con los gobiernos anteriores, es que el titular del Poder Ejecutivo, ejerce también su derecho a réplica en las conferencias matutinas, ya que los grandes medios de comunicación son operados por la reacción y sus voceros. La estrategia es muy sencilla: proporcionar información suficiente a quienes no leen los periódicos, ni creen en comentaristas o “líderes” de opinión. Es decir, desautorizar, muy temprano, la maledicencia mediática de quienes se creen dueños de la verdad absoluta.

Reacios a reconocer el talante progresista con que se está conduciendo el país, reprueban cualquier política pública y avance en el desmantelamiento del régimen de privilegios y de traficantes de influencia en el que convivían poderosos sectores económicos e intelectuales, o bien, grupos, organizaciones y colectivos que presumían ser el rostro de la sociedad civil. Este cambio de paradigmas se expresa en las manifestaciones que tienen como punto central el zócalo y el palacio nacional, en la ciudad de México.

Hay grupos, sin embargo – como las mujeres de negro o los autodenominados anarcos- que recurren a la destrucción y se confrontan con la policía, en espera de que se produzca un exceso y se digan víctimas de represión.

Con mejor financiamiento, personeros de la derecha y grupos antagónicos a la 4T, están inventando membretes como el BOA, el Frena o firmando desplegados. Ahora insatisfechos, por la caricatura de “liderazgo” del tal Lozano, quieren renacer en otra agrupación que más parece lista de gerentes y capataces industriales. Su falta de identificación con sectores populares, no los hace reparar en que López Obrador los ha llevado, precisamente al espacio natural que él ha dominado en los años recientes: la calle, la plaza pública, los mítines, plantones, manifestaciones multitudinarias, todas ellas pacíficas. Aspiran a parecerse a él, instalando casas de campaña sin huéspedes o comprando a personas necesitadas para que ocupen un lugar en el zócalo.

Aunque su demanda sigue siendo la misma: que el ocupante de palacio abandone el cargo, ahora saltan personajes impresentables como los De Hoyos y los X. González que buscarían convertirse en opción política de las clases acomodadas. No sé si les alcance el tiempo para empatar sus aspiraciones de cara al proceso electoral 2021.

Estarán, sin embargo, bogando a contra corriente, incluso con sus medios hermanos, varones del dinero, que hoy firman convenios y anuncian millonarias inversiones para obras de desarrollo, con un gobierno de izquierda, conscientes de que el capital debe activarse para salvar las fuentes de empleo. No pueden quedarse impávidos, mientras el país se está desmoronando en materia económica.

Esta semana, sus aliados en San Lázaro, han perdido la batalla defendiendo los opacos y millonarios fideicomisos, inventados desde los tiempos de Luis Echeverría en adelante, en donde se fabricaban enormes fortunas sin rendición de cuentas, provocando un enorme hoyo a las finanzas nacionales. Ahí está el ejemplo del Fideicomiso Bahía de Banderas, donde los echeverristas, seguidores del ex gobernador oaxaqueño, Heladio Ramírez, se hicieron inmensamente ricos. O más cerca: los que se integraron en la costa oaxaqueña mediante supuestas obras de desarrollo y vivienda. El caso más evidente es el manejo de los recursos del Fonden, para desastres naturales, administrados con opacidad y a contentillo de funcionarios estatales, autoridades municipales y oficinas del DIF y Protección Civil. Se les están cerrando la llave de millonarios recursos, y por esto suben el tono de las protestas y hasta del lenguaje en la tribuna camaral.  

Según el Diccionario de la Real Academia, a tontas y a locas significa hacer una cosa con desbaratamiento, sin orden ni concierto. Aguijoneados por el tiempo electoral que ya se acerca, los conservadores siguen improvisando: apurados, irreflexivos y hasta procaces. Así están los Frena 2.

@ernestoreyes14