¿Por qué tanto ruido sobre el papel electoral de los antorchistas?
- Aquiles Córdova
En las últimas semanas se han multiplicado en los medios de mayor circulación de Puebla y otros estados donde habrá elección de gobernador, diputados locales y presidentes municipales, los comentarios que señalan “negociaciones secretas” (?¡) de los dirigentes antorchistas con gobiernos y partidos políticos adversarios del PRI, negociaciones en las que, según los medios, los dirigentes demandan cargos de elección a cambio del apoyo a los candidatos de sus interlocutores. Acusaciones de este talante, o incluso mucho más infamantes y sangrientas, en contra del Movimiento Antorchista, no son, ciertamente, ninguna novedad; pero el carácter monotemático y la frecuencia con que están apareciendo hoy, las singulariza de tal modo que no creo que baste la callada por respuesta.
En términos generales, se puede afirmar que las fuerzas políticas más representativas, sus representantes, voceros y candidatos junto con los medios informativos, con muy pocas excepciones, han coincidido siempre en menospreciar, y aun en negar abiertamente la fuerza electoral de los antorchistas. Sobre esta base, aseguran que los pocos, poquísimos cargos de elección popular que “detentamos” (algunos ayuntamientos y diputaciones locales y federales) no son producto del apoyo popular de que carecemos, sino simples dádivas que nos otorga el PRI quién sabe por qué oscuros motivos. Por ejemplo, en el caso de nuestros actuales diputados federales poblanos de mayoría relativa, un coro unánime y ensordecedor se lanzó de inmediato a propalar que deben su curul a un “pacto inconfesable” con el gobernador de Puebla, que fue quien les abrió el camino del triunfo. Esta campaña mendaz ha sido especialmente agresiva y persistente en el caso del distrito XIII con cabecera en Atlixco, Puebla, donde compitió y ganó el dirigente del antorchismo poblano, Ing. Juan Manuel Celis Aguirre.
Saliéndome un poco del tema, considero útil al entendimiento del mismo poner de una vez los puntos sobre las íes en este asunto. Es completamente cierto, y no hay por qué ocultarlo, que tanto en este distrito como en el distrito XVI con cabecera en Ajalpan, Puebla, donde compitió y ganó la antorchista Edith Villa Trujillo, el gobierno poblano se atuvo y contuvo dentro de los límites estrictos de la ley electoral y de la ley a secas, a pesar de que pudo hacer mucho (agrediendo y difamando a los candidatos antorchistas y apoyando de modo encubierto a sus enemigos) para imponer por la fuerza a los suyos, con lo cual hizo menos escabroso y difícil el triunfo de los antorchistas. Se agradece y reconoce. Pero la victoria de éstos, inobjetable desde todos los ángulos, fue mayormente resultado de una campaña dura, sacrificada y tenaz de los promotores antorchistas del voto, del intenso e inteligente trabajo de los propios candidatos y de la excelente acogida que tuvo el fresco, novedoso y sincero discurso de todos ellos por parte de los electores, hartos ya de la desgastada demagogia y de las guerras de lodo de los otros candidatos. Es decir, la victoria de los candidatos antorchistas es una prueba irrefutable de que Antorcha sí tiene fuerza electoral propia, y de que toda la campaña sucia de que vengo hablando, no tuvo ni tiene otro fundamento que la necesidad o la consigna de restar legitimidad de nuestros triunfos en las urnas, los de hoy y los de antes. Pero esa misma fuerza que de palabra se niega o minimiza, en los hechos se acepta y reconoce como indirectamente lo prueban los ataques actuales que nos acusan de negociaciones turbias. En efecto, si pensaran de verdad que Antorcha no significa nada en el terreno electoral, ¿qué sentido tendría su preocupación por lo que haga o deje de hacer una nulidad semejante?
Así las cosas, no resta más que preguntar: ¿de dónde nace o en que se funda el temor de que “negociemos” con otras fuerzas políticas? No nace de la trayectoria que hemos seguido desde el momento de nuestra incorporación al PRI, en 1989, hasta el día de hoy, pues como acabo de responder, este lunes 15 de febrero, a los periodistas que me abordaron al entrar a escuchar el segundo informe de gobierno del Lic. José Antonio Gali Fayad, presidente municipal de Puebla (por cierto, acudí a tal evento por una atenta invitación que el Lic. Gali tuvo a bien hacerme, pero, ya en el acto, me arrepentí de haberlo hecho al notar su embarazo a la hora de mencionarme entre sus invitados, tal vez porque sabe que mi presencia no es grata para el resto de sus invitados), Antorcha jamás ha traicionado al PRI a pesar de que muchos priistas nos han tratado y nos tratan como apestados; no abandonamos el barco, como ratas ante un naufragio, cuando el PRI perdió el poder del país en el año 2000; nunca hemos necesitado que nos rueguen para cumplir con nuestro deber y no traficamos con nuestros votos a cambio de cargos que no merezcamos.
Entonces, repito, ¿de dónde surge la desconfianza? De dos hechos del dominio público. 1) El PRI está muy consciente de que el trato que nos ha dispensado desde que nos incorporamos a sus filas dista mucho de ser el que merece una leal organización filial suya. Lejos de eso, muchos líderes y representantes del partido han llegado al extremo de sumarse a los ataques falaces de nuestro enemigos y han negado incluso nuestra pertenencia a las filas del PRI. Y si esto ha sido desde siempre, hoy ese trato se ha vuelto incluso agresivo (recordemos el secuestro y asesinato de don Manuel Serrano Vallejo cuya familia no ha recibido ni siquiera sus restos mortales, menos la justicia a que tiene derecho) y se ha profundizado durante el actual sexenio. 2) Al abrirse el actual periodo para el registro de candidaturas, nuestros compañeros de Zacatecas, Oaxaca y Tamaulipas entre otros, se acercaron con sus propuestas a las instancias respectivas. La respuesta fue desalentadora e incluso hiriente, como en el caso de Zacatecas donde les dijeron abiertamente que “lo que piden es mucho para ustedes”; confórmense con alguna regiduría y eso en los municipios más pequeños y alejados de la capital.
Junto con esto, el trato vejatorio de la Secretaría de Gobernación federal ha rebasado todo lo imaginable. Cien veces ha fijado mesas de “negociación” y otras tantas las han cancelado con pretextos intencionalmente increíbles, para asegurarse de que entendamos bien el mensaje. Mientras tanto, problemas como el plantón que padres de familia, alumnos, maestros y antorchistas michoacanos mantienen hace más de un año en el centro de Morelia en demanda de educación de calidad para sus hijos; el conflicto agrario de Yosoñama, Oaxaca, que ha causado decenas de muertos, heridos, secuestrados y desaparecidos; el parque industrial en Chimalhuacán (CERAO) para dar empleo a la gente de allí, entre los más importantes, siguen en espera de respuesta.
La prensa poblana, por su parte, habla del trato “privilegiado” que nos dispensa el gobierno del Dr. Moreno Valle, pero se calla que el pueblo de Santa Clara Ocoyucan lleva más de un año también, pidiendo la destitución de su alcalde por ladrón, corrupto y mentiroso sin que nadie le haga caso; que las agresiones brutales contra maestros y estudiantes de la Universidad de la Sierra, en Ahuacatlán, Puebla, siguen multiplicándose con absoluta impunidad para los agresores; que la violencia y los asesinatos en Huitzilan de Serdán se han recrudecido y tampoco aquí hay quien haga nada a pesar de que todo mundo conoce e identifica a los responsables; y… etc., etc. Si quienes nos acusan de traidores e interesados fueran menos obsecuentes con el poder y el dinero, verían fácilmente que sus ataques carecen en absoluto de fundamento, y tendrían que confesar que se trata sólo de presiones bastardas para inducir en provecho de alguien el voto de los antorchistas. No hay, en efecto, traición ni chantaje electoral alguno; pero el temor y la desconfianza de algunos respecto al voto de los antorchistas sí está bastante bien fundado, ya que saben bien de las injusticias absolutamente inmerecidas que han cometido en su contra. Y es un hecho que de no remediarse esto bien y a tiempo, inhibirá fatalmente ese voto, aunque los líderes digamos otra cosa. Que conste.