Del yugo inalienable del SPER

  • Ricardo Ruiz Rodríguez
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El Sistema Político Económico Religioso (SPER) es el encargado de mantener el “orden” y el cada más  frágil equilibrio de la humanidad. Pero el poder es una simbiosis de caprichoso autoritarismo irracional progresivo y crónico con miras a la megalomanía, de egoísmo y de narcicismo.

Actualmente y a nivel mundial, dicho equilibrio se tambalea peligrosamente por la latente y con toda seguridad aniquilante tercera guerra mundial, misma que se fragua lentamente en oriente medio.

Las alianzas anunciadas para Siria e Israel llenan el aire de cadaverina y putrescina: huele a extinción. Habrá quien me tache de fatalista, pero prefiero ser considerado fatalista que ingenuo: desde hace muchos años pienso que en nuestra actual pre adolescencia tecnológica, no resistiríamos una tercera guerra mundial.

El SPER podría no estar dimensionando en su totalidad las consecuencias de sus estrategias. La guerra genera riqueza para los poderosos pero ¿Habrá seres humanos que puedan disfrutar de esa riqueza en un planeta destruido, deteriorado y con los devastadores efectos derivados de la lucha bélica, mismos que estarán circundando en el ambiente por lustros y décadas? Quizá el SPER haya ya considerado incluso aspectos que mi obtuso raciocinio y mi falta de conocimientos en economía no alcanzan a comprender. Podría ser.

Las religiones, se supone que se fundamentan en el amor a dios y a la humanidad, y en la fe; sin embargo, el conflicto que se gesta en oriente medio se basa principalmente en aspectos religiosos, seguidos de los elementos económicos y políticos: la vida es una paradoja.

Ya desde 1980 el eminente científico estadunidense Carl Sagan en su libro Cosmos (y posteriormente en su serie de televisión homónima), pronosticaba que la humanidad no resistiría un tercer embate bélico. Han pasado más de 25 años desde entonces y seguimos sin comprender la fatalidad de las consecuencias de una guerra mundial, y probablemente nunca lo entendamos, ya sea por incapacidad, por el control del SPER, o porque la extinción termine con nuestra especie.

Vivimos consciente o inconscientemente por y para el SPER, y no hay nada que podamos hacer al respecto. Es sabido que en un ecosistema determinado, una especie debe adaptarse o morir; pues bien, con el SPER sucede lo análogo pero de una manera más escrupulosa e infalible: quien no se adapta, es inexorablemente excretado por el sistema, de una u otra forma, nos guste o no, queramos o no, no hay opción, no hay cabida para las anomalías, los datos atípicos no son interpolados, simplemente se descartan de la ecuación.

Al parecer lo mejor es adaptarse de la manera más conveniente sin tratar de hundirse de manera tan miserable en el fango del conformismo y del servilismo, para sobrevivir (que no vivir) de la manera más decorosa posible. Sólo nos resta fingir que somos felices siendo “libres” (la libertad es sólo una utopía, somos esclavos del SPER).

Las fiestas y las celebraciones son también en su mayoría parte de la táctica del SPER: la navidad (cuyos orígenes ni corresponden a Diciembre, ni a Jesús), el año nuevo (no es casual que en estas fechas se aproveche para aprobar leyes, subir impuestos y ardides por el estilo), el día de san Valentín, el día de la bandera, el día de la primavera, la semana santa, la celebración de la independencia, la “revolución” y el descubrimiento de América; la imposición (occidental) del concepto de familia, el día de la madre, el día del padre, el día del niño y del día del día; la fe en dios, en santos, en vírgenes y en doctrinas; el fanatismo e idolatría de bandas, grupos y personajes como símbolo aspiracional, la importancia de la estética, de la belleza esquelética o vigoréxica y de la superficialidad; el valor de las personas en base a las marcas, a sus posesiones, a sus vehículos y al precio de las prendas que visten; las características y el valor comercial de sus teléfonos celulares, etcétera, etcétera. Todo lo anterior y más, así como la idea del control de nuestras vidas, obedecen de manera inexorable las reglas establecidas por el SPER.

El amor...

El amor ha sido difundido ampliamente y desde tiempos remotos como un sentimiento, como el sentimiento más valioso y hermoso que distingue a nuestra especie. Pues bien, este amor convenientemente capitalizado, es un negocio sumamente redituable, y el SPER lo ha utilizado como mecanismo de inversión con beneficios y dividendos incuantificables tanto en lo económico como en lo moral; pero en términos prácticos, simples y llanos, el amor no es otra cosa que una decisión: respecto de la pareja, la decisión de permanecer con él o ella; respecto de los hijos, la decisión de hacerse o no responsable de ellos y de procurar su bienestar; respecto de los padres, la decisión de querer o no ser agradecidos, así como de corresponder a su procuración, sus valores y sus enseñanzas.

El comportamiento social es una consecuencia del SPER, por ello es que en lo particular no lo considero parte integral del SPER sino un corolario: cuánto tienes implica cuanto vales; la forma en cómo te vistes está en directa proporción al trato que recibes; puedes vivir en un muladar pero debes tener un buen automóvil, vestir bien y con marcas reconocidas, de prestigio, a la moda, o no serás aceptado; así se ha impuesto y lo hemos aceptado sin chistar, somos felices en este juego, en este sometimiento, o al menos es lo que se nos ha acondicionado a creer. La reflexión es sólo un concepto, no una actividad que se practique ya no digamos con regularidad, sino de manera eventual.

El Nihilismo Negro de Albert Caraco, el Misterio, el Milagro y la Autoridad descritas en El Gran Inquisidor de Dostoievski, el Acondicionamiento del Mundo Feliz de Aldous Huxley, el Gran Hermano de George Orwell, la Conspiración de Cristo de Acharya, el Mito o Alegoría de la Caverna de Platón, y hasta la “ficción” de la Matrix de los hermanos Wachowski, han vislumbrado desde diferentes perspectivas, matices y niveles de profundidad, los fundamentos y aspectos del SPER sin que sustancialmente haya cambiado nada.

Y es que nada cambiará porque esto es lo que somos, es lo que aprendemos, observamos y asimilamos todos los días, es lo que se nos ha establecido desde antes de nacer, y es lo que se refuerza de manera cotidiana y permanente por medio de la televisión, la publicidad y el entorno social. Estamos condenados a ello sin remedio, sin esperanza, no hay salvación ni salvador, es inútil resistirse, sólo resta esperar la autodestrucción que de presentarse, se dará en este siglo (XXI).

Si la humanidad llega a los albores del siglo XXIII, su probabilidad de extenderse a los confines del espacio será mayor, pero lo dudo. El más grande enemigo de la humanidad es la humanidad misma, somos nuestros propios depredadores.

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Ricardo Ruiz Rodríguez

Ricardo Ruiz Rodríguez nació en la ciudad de Puebla, Pue., México. Actualmente y desde el año 2002, es profesor investigador adscrito al Instituto de Computación en la Universidad Tecnológica de la Mixteca (UTM), en Huajuapan de León, Oaxaca, México, y cuenta con más de quince años de experiencia como docente, y tiene en su haber un libro, y diferentes artículos y publicaciones.

Entre sus intereses actuales se encuentran los métodos de enseñanza de las ciencias de la computación, la música, y la música por computadora, pero se ha desarrollado académicamente en áreas como la Ingeniería de Software, la Interacción Humano-Computadora, y el Paradigma Orientado a Objetos.