El canto de las sirenas y Texcalac

  • Carlos Noé Sánchez Rodríguez

En días pasados, el ejecutivo de la entidad hizo una alocución a un problema de un grupo de vecinos de Santa María Texcalac al decir que “no se vayan por el canto de las sirenas de algunas organizaciones sociales que dicen que la enfermedad de los riñones es producto de la contaminación de las fábricas”. Seguramente se refería a que un grupo de este pueblo ha venido sosteniendo dos demandas: la primera consiste en que se atienda a los enfermos de insuficiencia renal crónica con servicios médicos adecuados y, segunda, en que las fábricas que encuentran en Ciudad Xicohtencal I y en el corredor industrial de San Cosme Xalostoc bajen los niveles de contaminación que, de acuerdo con Comisión Nacional de Agua, están muy por arriba de lo permitido por la normatividad vigente, según informes que esta dependencia entregó al grupo de vecinos. Por ello resulta extraña y hasta dañina la alocución del Ejecutivo cuando sostiene que la organización social lanza cantos de sirena. Al respecto me permito aclarar lo siguiente:

Primero: Los cantos de las sirenas, tenían (según la mitología griega) la intención de atraer a los marineros que cruzaban los mares donde estás habitaban (por ejemplo, en la Odisea de Homero, cuando Ulises atravesó el Mediterráneo) para devorarlos; pero los vecinos de Santa María Texcalac y el movimiento Antorchista, no pretenden destruir a nadie: ni a los dueños de las empresas, a quienes sabemos de su importancia económica al genera empleos de los cuales muchos de este pueblo participan; ni al gobierno, de quien debería estar interesado por atender este asunto. Segundo: El grupo de vecinos organizados en el Movimiento Antorchista, al cual yo pertenezco, reconocemos que aunque no hay ninguna investigación seria que diga que la polución que producen los desperdicios de las fábricas, sobre todo las de productos químicos, produzcan la enfermedad de insuficiencia renal crónica; pero tampoco hay un estudio que diga lo contrario. Tercero: Hay algunas evidencias concretas que hacen más que sospechosa la presencia de la polución de las fábricas y, al mismo tiempo, la enfermedad. Una de ellas es que en este Pueblo de Texcalac, hay mucha más incidencia de este mal, es decir en términos porcentuales es mayor que en cualquier otra parte del Estado o del País, y lo rodean dos barrancas, en una se tiran los desperdicios de Ciudad Xicohtencal y en otra la del corredor industrial. Es también muy clara la correlación ente el inicio de la actividad fabril y la enfermedad. Y por último, hace algunas semanas apareció en el noticiero de Televisa un reportaje sobre la incidencia de la insuficiencia renal crónica, en la ciudad veracruzana de Tierra Blanca que es porcentualmente muy alta, pero menor que la de Texcalac, donde se han encendidos focos rojos e insinuaban que los culpables son las fábricas de químicos que hay en la región. Cuarto: Lo que sí demanda el grupo de vecinos de Texcalac, es que se atienda por parte de las empresas las normas impuestas por la SEMARNAT sobre los límites del contenido de substancias tóxicas que se vierten en las barrancas, y que de acuerdo con los análisis de la Comisión Nacional del Agua, todas las muestras recogidas en el 2015, las sobrepasan y con mucho. Este hecho tiene consecuencia como el olor insoportable al olfato humano, pues según la CONAGUA las plantas de tratamiento de los desperdicio no funcionan todo el tiempo pues para ahorrar costos, en días inhábiles las paran. Y de esto todas las dependencias federales o estatales, como la SEMARNAT, ECOLOGÍA o la misma CONAGUA la hacen caso omiso.

Un gobernante de cualquier nivel, no debería ser un simple contestario a las sencillas y sentidas demandas de un grupo de personas de humilde condición, que sólo reclaman derechos que la misma ley les otorga, que son legítimos en su deseo de vivir en mejores condiciones y que sólo buscan que los liberen de situaciones que vulneran su integridad física. Por el contrario, debería escuchar, analizar la justeza de las demandas y ordenar a quien corresponda la solución de las mismas; sobre todo éstas, que no requieren inversión pública y que ayudaría mucho a restablecer el tejido social del que tanto se habla.