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ÁNDELE PUES…
Feligreses de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario, celebraron eucarísticamente, el encuentro definitivo de doña “Pao” Francisca Uribe Pérez, con el Señor Jesucristo, luego de su vida terrenal, misma que se ha transformado, conforme a su fe católica, en vida eterna.
“Damos gracias a Dios por el don de la vida y todo lo que le concedió a nuestra hermana”, antecedía el presbítero de esta comunidad parroquial del Fraccionamiento “El Rosario”, Ricardo Vásquez Ojeda, ante sus hermanos de fe, quienes con todos los protocolos sanitarios, acompañaron en la liturgia de este martes 27 de Julio -mes de la Santísima Virgen del Carmen- a su hermana de fe, madre, amiga y sobre todo, fiel servidora de nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen María.
Nacida en 1949, con sus 71 años de edad, doña “Pao”, se caracterizó por su diaria presencia en las celebraciones religiosas de este templo católico, acompañando y dispuesta siempre, a través de múltiples signos de fe, sirviendo, transmitiendo, llevando, procurando y alimentando a sus hermanos de sangre, religión y sin distinción alguna.
Generosa, como acto de amor por los demás, con su característica palabra “Ándele pues”, nunca le faltó sonrisa alguna para cumplir la gracia del Señor y hoy celebra, con quienes le conocieron, su encuentro definitivo con su salvador Jesucristo.
“Que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor”, se escuchaba la melodía que confortaba a los reunidos, al confiar en la promesa de vida eterna y que nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatárselas de la mano del Señor.
Si, a doña Pao, Dios le ha llamado a su gloria eterna en Cristo, le restaurará y le hará fuerte, firme y estable a su lado, porque en este proceso de su vida, hizo la voluntad de Dios y por ello, permanecerá para siempre.
Su deceso, producto de una enfermedad crónica, lejos de separarle de su fe, le llevó a la presencia viva del Señor, por lo que sus hermanos de sangre y fe, en oración colecta, confiaron en que participará de la vida eterna. Doña Pao, siempre dispuso su tiempo en servir, acompañar y alimentar lo mismo con actos religiosos y de calidez humana.
Uno de sus múltiples signos manifiesto, fue el pasado sexto domingo de Cuaresma (Domingo de Ramos), en el que los católicos conmemoran la entrada de Jesucristo en Jerusalén, y la fiel sirviente del Señor, asistió a la celebración eucarística y al término de la misma, llevó y colocó con todo sigilo, de casa en casa, un pedazo de palma, que exprofeso había sido bendecida en Santa Misa, a familias que por la actual pandemia del Covid-19 no pudieron acudir a su recinto religioso.
Tantos testimonios más hay entre quienes hoy reseñan su generosidad y fe; compañera y asistente religiosa, que al igual que todos, no somos perfectos, pero su comunidad religiosa le reconoce, agradece y pide al Señor su misericordia, generosidad y compasión para con ella.
“Busca primero el reino de Dios y su justicia divina y lo demás añadido será, aleluya, aleluya”, entonaban los presentes con toda devoción, solemnidad y respeto. En tanto el sacerdote, Ricardo Vásquez Ojeda agradecía al Señor por el don de la vida de Doña Pao, por sus hijos, nietos y por todos los feligreses.
La encomendamos a nuestro Señor, pedimos perdone sus pecados, sabedores que no somos perfectos y la lleve a gozar de su reino, para ella, poder ver a Dios será su gozo y alegría, Dios la reciba y a sus familiares les de consuelo; sigamos adelante con fe para encontrarnos algún día con ella y disfrutemos la vida eterna que es lo más grandioso que el Señor nos promete.
Somos peregrinos, vamos de paso y a ella, igual que a todos nosotros, le acompañan sus obras que serán las llaves del cielo para recibir la misericordia de Dios. Pidamos al Señor escuche nuestras súplicas y reciba en su reino a nuestra hermana porque la vida no acaba, se transforma“, refería en el momento de sacrificio de reconciliación por doña Pao y por todos los difuntos.
“Que el Señor le dé el eterno descanso y le conceda gozar del cielo y la tierra nueva que él ha dispuesto para sus elegidos; que Cristo le conceda la felicidad verdadera la reciba en su paraíso y que el buen pastor la encuentre entre sus ovejas, perdone todos sus pecados y la agregue al número de sus elegidos, y por todos los que ahora lloran su muerte, Dios les consuele con la esperanza de volver a encontrarle cuando Cristo vuelva al fin de los tiempos”, refería en el acto de comunión.
El presbítero, encomendó el alma de su hermana en fe con la firme esperanza de que resucitará al igual que todos los que han muerto en Cristo. “Te damos gracias por todos los dones con que la enriqueciste a lo largo de su vida y con ello, reconocemos un signo de tu amor y de la comunión de los santos.
Señor, concédenos saber consolarnos con palabras de fe hasta que también nos llegue el momento de volver a reunirnos junto a ti en el gozo de tu reino eterno, concédele tu bendición y consuelo y, a todos, concédenos vivir eternamente felices con Cristo ya que creemos firmemente que resucitó entre los muertos”. Al culminar la celebración religiosa, los presentes le obsequiaron un fuerte aplauso como signo de su amor y agradecimiento.
Doña Pao, a ti mi respeto, Señora, Señora. Descanse en paz.