¡Que conste,...son reflexiones!

  • Sócrates A. Campos Lemus

  Alexander Mora Venancio, era un joven de 19 años, su ilusión: ser maestro, conocer los pensamientos de la gente, conocer sus gustos y esperanzas, luchar por ellos porque era uno de ellos, la miseria duele y sabe a muerte, a lucha, sudor, terror de cada día con el hambre golpeando, pocos entienden la miseria cuando no la sufren, la ven como algo lejano a ellos, que bueno que no tienen hambre ni tragedias, ni sufren por la falta de salud o por la carencia de empleo, muchos no pasan por esto y así es como la indiferencia les llena el corazón. El Pericón, Municipio de Tecuanapa, Guerrero es sin duda una comunidad pobre donde el único ingreso es el campo y Alexander era un joven campesino que ayudaba a su padre para llevar poco, muy poco a la mesa de todos los días, en el pan nuestro, en la esperanza. Sus compañeros le apodaban La Roca evidenciando su carácter y determinación,  su fuerza, su convicción, su valor, su entrega a las causas nobles y luchador incansable, estudiante que quería ser maestro, así,después de la investigación realizada con los restos, se determinó que era él, en un pedacito de hueso de donde se obtuvo su ADN, su padre Ezequiel recibió la noticia después de muchos días de angustia, de dolor, de esperanza, de ruegos, de lágrimas y gritos, de pasiones encontradas y declaraba: “nadie pudo quitarle de la mente su sueño de ser maestro”, pero… una bala, la ambición de los policías, la cobardía de los más, la violencia generada por las drogas y la relación de lo que muchos olvidan: LA NARCOPOLÍTICA aliada con los narconegociantes y norcobanqueros, le truncaron el sueño a Alexander y clavaron un dolor profundo en los mexicanos que, de pronto, nos damos o se dan cuenta que no solo son los 43 desaparecidos, hay más de 22 mil familias reclamando los otros desaparecidos y a los más de cien mil asesinados en una lucha idiota, cobarde, alentada por los norteamericanos y sus lacayos nacionales, dizque para luchar contra las drogas, cuando luchan contra el pueblo, pretendiéndole doblegar y aterrorizar… así están las cosas en el país y si no nos damos cuenta, un día, nos alcanzará la tragedia mientras  asesinan y quedamos cobardemente callados ante la violencia.
         Y por eso no entendemos que dejemos de pensar en esos desaparecidos como  llaman los funcionarios y los políticos, alegando que hay que ver para adelante…. Porque no quieren que veamos el país sembrado de tumbas, pobreza y hambre. Y es claro que las complicidades y las corruptelas van de la mano y no se pueden olvidar ni las CASAS ni las ofensas que han hecho a todos por medio del engaño y corrupción, de la impunidad que sabemos campea en el país y se da para los poderosos y dueños del poder político y económico, para los saqueadores del país, para los que entregan sus recursos y sus fondos y con ellos hacen negocios privados. ¿Qué diferencia hay entre los asesinos y matones y los ineficientes funcionarios y políticos que por hambre, desocupación, insalubridad matan o son cómplices de la muerte de miles y miles de mexicanos cada año? No veo diferencia entre los sicarios y los narcopolíticos y narcoempresarios que alientan los consumos de drogas en los Estados Unidos para destrozar a sus poblaciones de color o las de origen mexicano; no veo diferencia entre los sicarios  con los narcobanqueros que se han quedado con fortunas inmensas de los narcotraficantes con la complicidad de políticos, policías y funcionarios cuando los han asesinado, entregan, permitido aparentar su muerte o protegiéndoles bajo la figura de “testigo protegido” cuando sabemos que son los delincuentes protegidos por sus cómplices en el poder. Por ello, el padre de Alexander, Ezequiel Mora Chora, mando un mensaje que dice: “Compañeros a todos los que nos han poyado soy, Alexander Mora Venancio. A través de ésta voz les hablo. Soy uno de los 43 caídos del día 26 de septiembre en manos del narcogobierno…”. “Me siento orgulloso de ustedes que han levantado mi voz, el coraje y mi espíritu libertario. No dejen a mi padre sólo con mi pesar, para él significo prácticamente todo, la esperanza, el orgullo, su esfuerzo, su trabajo y su dignidad”…”Te invito a que redobles tu lucha. Que mi muerte no sea en vano. Toma la mejor decisión pero no me olvides. Rectifica si es posible pero no perdones. Este es mi mensaje. Hermanos hasta la victoria”.
         Y así, acumulando dolor y rabia, lágrimas y pesares, se conoce la realidad mientras millones de  pobres, sin trabajo, sin estudio, sin educación, sin hogar, sin atención a su salud, mueren  día a día, como los de Ayotzinapa… los mataron, olvidando que son semilla y nos abren los ojos a la realidad…